14.6.14

Brasil 2014


Medio centenar de detenidos, obras a medio concluir: la fiesta comienza en medio de protestas, corrupción y samba. Estamos en Brasil, junio de 2014.
Inauguración, lo vemos desde las pantallas que están situadas en las afueras del estadio, ¿quién fue el aventurado que pagó por ver el festival de primavera en vivo?, a quién se le ocurrió.

Entre playbacks, cantantes que no cantan ni bailan y un estadio a medio hacer comienza la injusta justa mundialista. Suena el himno croata, le sigue el brasileño, esa versión corta que no resulta suficiente: el estadio sigue cantando hasta el fin, me pregunto cuántos se sabrán acá el patria, patria, tus hijos te juran… yo no.

Tres palomas son liberadas y auguran el resultado, el balón rueda.  Visten como tecolotes pero miden el doble, se atreven y toman la delantera; la gente estalla, por un lado, el más pequeño, en gritos eufóricos, por el otro, un país entero, en silencios y dudas. El tiempo pasa.

Chamaquito, apenas un niño, sin duda más joven que todos los que lean esto, aparece, la alegría vuelve, la ayuda no se hace esperar desde las tierras zen de oriente. Tantos millones, tantos gritos, tanto ruido previo y tanto dinero no podía quedar mal.

El mundial empieza.


En México, no digan que no digo, la otra justa va sobre las reformas secundarias,  algunos culpan al fut, otros a la clase política, los más hacen mutis. No importa el marcador de hoy, el de mañana, no se ve por dónde ha de ganar México, no digan que no digo, ni culpen al esférico (no al pateable… no al balón, pues).


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