28.4.12

Dr. Atl. (brevisima "interpretación")


El Jalisciense Gerardo Murillo, a quien Leopoldo Lugones bautizaría como Dr. Atl, fue escritor, periodista (y no sé qué tanto más) pero sobre todo pintor, paisajista sobre todo.






Parece que tenía cierta fijación por los volcanes (más al final de su vida) pero dicen (eso escuché en la visita guiada que nos seguía a lo lejos) que él decía que no, que lo que a él le gustaba eran las nubes, el paisaje del Valle de México. 
Su obra está llena de color y trazos que parecen (sólo parecen) azarosos pero que acaban sumergiéndote, poco o mucho, en él cuadro, entre nubes que semejan olas y volcanes que arrasan con todo a su paso, bosques, pueblos y sentimientos.
El Dr. Atl presencio el nacimiento del Paricutín (cerca de San Juan Parangaricutiro =P) e hizo un libro con anotaciones, bocetos y dibujos.







Se inventó el Aeropaisaje (tras perder una pierna y no poder escalar sólo le quedaba mirar todo desde el cielo) y, como los colores ordinarios no bastaban para él se inventó sus propios colores, los "atl-colors" (pasta dura compuesta de cera, resina y petróleo).
No sé prácticamente nada de pintura pero eso "aprendí", sentí o creí, hoy en el CCU Tlatelolco, les faltó decir que era o algo tuvo que ver con el pensamiento nazi (quizá el exaltar el paisaje mexicano era su forma de evocar nuestro nacionalismo, no sé y sólo divago), pero me gustó la exposición. 
Ya para dejar de decir incoherencias los dejo con algo de él:




"Yo nunca salgo a buscar un paisaje: siempre dejo que el paisaje me busque a mi, que se eche violentamente sobre mi sensibilidad. Me detengo ante esa sensación [...] ante ese estado que me produce la sensación, lo analizo y hago un esquema en blanco y negro, también muy rápido; ambas cosas, con raras excepciones, no duran más de diez minutos."

24.4.12

Hasta pronto



Me prometí, ya sé lo fatua que puede ser semejante cosa, no dormir sino hasta el momento en que tu presencia se volviera una inminencia. Matar el tiempo a suspiros, subirme al cuadrilátero y combatir al Olimpo entero si se volvía necesario. Espantar a esas hadas de dos sexos y cien cabezas que lo acechan a uno que no es uno, pero que a veces quisiera ser. Me dije, porque así como soy puedo, a veces, a hablar conmigo de forma amable, que habría que hacerlo y llevarlo a cabo de la mejor manera posible. Por eso estoy aquí escribiéndote sin que lo sepas todavía, recorriendo perdido los rincones que no conozco pero que intuyo. Un monitor a un lado, una pantalla al otro y un infinito que se extiende en medio, tratando de contenerte sin lograrlo, como yo hago aquí, o trato de hacerlo, manteniéndome despierto.
Desvío la mirada, no me gustan las jaulas ni te pretendo en una, mis parpados te liberan y ceden a tu albedrío, yo recorro nubes distantes y paisajes abisales. Nubes con forma de nubes y cielos con un tono cielo perfecto, todo tiene su color, su voz y su aroma exacto. Todo es como sabe, y debe, serlo, no pretende ser más, basta y sobra. Sigo recorriéndolo todo, lejos de este trozo de papel compuesto de unos y ceros. Lo cubro, lo recorro y lo imagino todo. En todo eso tan ajeno, tan lejano, tan extraño; en todo eso estás tú. Tus alas que descansan colgadas de cualquier sitio, esperando al próximo insecto, el futuro alimento; tus soles que no son soles pero sí dos ojos, del bajío dices, dices y corriges pero no importa, ya eres del bajío, de una tierra lejana que tampoco conozco pero intuyo, como el trayecto de esas nubes que casi se pueden tocar. Tu voz no es terciopelo ni es un cuarteto de cuerdas entonando la mejor de las melodías. Tu voz no áspera, no angelical, no inspiradora, tu voz no es un grito inacabable. Tu voz es 27 letras, algunas comas y pausas, un acento no del norte, algunas dudas y trastabilleos. Es un tono, no sé cuál, una cadencia que no se puede comparar, es el lenguaje preciso para llamarme o para no decir nada, siempre de forma óptima y en el momento adecuado. Y lo sigo recorriendo todo…
Con cada letra trato de evocarte, de mantenerte próxima, real, oportuna, como si fueran trazos, y yo supiera dibujar, te invito a perdurar, en cada A y en cada coma, en cada signo de puntuación mal utilizado pero siempre con el anhelo de poder ser bien interpretado. Trato de recrearte, no sé bien por qué. Es repentino, no hace falta saberlo, provoco dolores de cabeza, debería dormir, no sé, existen mil razones por las que quizás no debería estar aquí, y otros cien pretextos con cualquier otra actividad en la que me podría emplear. Sí, no sabría dar razón de esto, pero tampoco creo que haga falta, lo hago por el puro antojo, y sí, es un comercial, por las puras ganas de escribirte y repensarte, lo hago porque sí y creo que esa es la mejor razón que puedo dar, la única que en verdad cruza por mi mente: quiero y puedo. La promesa era el pretexto, como si hiciera falta esperar algo para sentirte a mi lado. Hoy, digas lo que digas, Morfeo perdió la partida…iré a buscarlo para jactarme, antes de que se haga más tarde.