9.8.13

Próxima estación, esperanza.

Viajas en combi rumbo al sur. Frente a tí una señora se sienta. Ya no hay lugares. Tu vista se escurre por todos los pasajeros. La última llama tu atención. Su mano derecha tiene una marca. Dedo anular. 

Y empieza una canción en el radio. Te hacen escucharla tanto. No te gusta. Es banda y boba. Y cursi. Le prestas más atención de la debida. A veces todo es maravillosamente extraño. Te llega la música. Te acuerdas. Comienza a brotar algo parecido a una lágrima. Levantas la mirada despacio. La ves. Llora. 

Finalmente entiendes, revisas tu mano derecha. No tiene marca alguna. Sí es una lágrima.


19.7.13

19 de julio

Que no sé qué quiero
que no sabes querer
y quién dice que en estos tiempos criminales
todo está dictado, ¿a cuál canon darle pie?


Vos no me podes querer
y yo no quiero sino el cielo
de tus labios cuerpo entero.

De entre tantas dudas y desconfianzas
surge, ha de surgir, la respuesta
como un piquete en los ojos
como una caída en la pulquería

Yo te quiero a ti
y tú me querés a mí
Así de simple...
confía,
el
tiempo
dará
la
razón

14.7.13

Temor (borrador)

Tú qué sabes del miedo, si tu sombra te colma de brillo a cada paso.
Es innegable, sabes de tu vida, sabes de la muerte,
te ha seguido con enferma obsesión quizá,
le has abierto los brazos y mirado de frente,
pero no te puede tocar: No lo hará.

Para ti son los sueños turbios, estremecedores,
el tibio sudor que hiela espalda y negros cráteres
que invitan a pequeños grandes besos para la humanidad
por la eternidad.

Y podría seguir enumerando y recordando y luchando
contra esas ganas tuyas mías o de todos de gritar
¡Al carajo!
Y porque quiero, puedo y lo haré,
el asunto es no claudicar ni dejarse, por nadie, pisar.

Que los insectos hablen, se metan y escondan a placer
hay cuentos que ni diez antenas ni doscientas patas pueden detener.

Yo seguiré escribiendo, seguro, mi sueño,
tú: sonreirás, quizá leas, y como siempre me harás soñar.

Pronto, antes de que el tiempo me acabe,
o viceversa...

24.6.13

La más

Una vez más, otro año, con apenas un mes de diferencia, los perigeos parecen apogeos y, por más que estiro los ojos y levanto el cuello, no te alcanzo a ver. Sólo, con los ojos entrecerrados, con la conciencia semidormida, aparece tu marca, del lado oscuro, luna mía...

La más grande y clara,
misteriosa y terrible, mente hermosa, 
noche, contigo y un conejo que se oculta
bajo sábanas para no ver lo que no ha de aparecer.

La más brillante, delirante es el destello
que se multiplica si te acercas fijamente,
mis ojos caleidoscopios parpadean
y cientos de lunas los conquistan
asomadas por entre infinitas persianas.

Porque eres la más y te vuelves dos,
porque llegas al firmamento y sin aviso
pides un ocho que se torna infinito,
y las estrellas lunares y la noche día
y la lluvia primavera. 

Porque eres la más y la mar te imita en su reflejo,
y su sal resbala por tus cabellos.
Porque lo llenas todo y me creo todo
renovado entre tus halos tiernos cual regazo,
Porque acrecentas los latidos de esta tierra
que reverdece y se sonroja y palidece
cuando desbordas la marea a costa dada.

Porque cada noche, sin aviso,
tus cráteres desorientan el sueño,
atraes fantasías, demonios y cielo,
la más grande y clara, guía, dicha,
sin duda alguna nanas en tus labios
suenan y su eco otorga calma buena.

Así pues, que tu andar por el cielo,
elipse firme y convencida,
no me prive más de tu brillo,
que el perigeo y la gravedad,
del sentimiento, me lleven a ti
de nuevo.

Y que en tu lado oscuro encuentre asilo,
y que las sonrisas vuelvan del exilio,
porque hace falta besar y sonrojar
tus cráteres, precisos y preciosos, lunares;
que no me importan los grandes pasos humanos
si no los doy como hombre, de tu mano.

Luna llena, la más grande y clara y brillante y más,
la más cercana, la siempre soñada y esa,
que desde hace tanto no se deja alcanzar.


(Porque la de Zoe no es la única que habla de la luna.)

21.6.13

A distancia

Dicen que te va jodidamente bien. Que, para variar, tus planes, cálculos y predicciones se cumplen. Todos se sorprenden, yo sólo confirmo que hablan de ti y de nadie más.
      Me gustaría decirte que me va igual de bien. Que todos estos días de jazz y música clásica, no hacen sino ponerme a caminar con estilo y la frente alta, ojalá todo fuera tan simple.
      Lo cierto es que no, desde la última vez que te vi no tengo más que esa perturbación que deja el no poder controlar el tiempo, el no poder prolongar ese instante a tu lado, a solas, sin más testigo que el azulejo que a oscuras deja de importar.
      ¿Te he buscado? Parece que nunca se es demasiado mayor para preguntas absurdas, obvias. No hay rincón, no hay sonrisa, tampoco hay noche en la que no te busque. Lo cierto es que, no hace falta decirlo, no te he encontrado, tus manos sin soportar las mías, tu mirada alejada de la mía, tu pensamiento en otra parte... todo puede dar fe de ello. ¿Dónde estás?
      Y me vengo a enterar que todo es un mito...

Osadas metáforas que no corrijo por ti
se empalman en la fas del panteón
griego, romano y ¿quién da más
por un segundo o dos a tu lado?
Yo lo doy todo, todo lo que puedo dar.

Entre calles norteñas te busco
en noches húmedas apareces
con voces que nadie conoce
y temblores que anuncian el ansia
de tu piel en mi piel, de tu todo en mi nada.

Reaparece, mito mío.
Devuélveme la poesía,
esas clases tuyas
y al carajo la agonía.

Eres tú, y lo sabes.
Soy yo, que no te engañen,
entre dos no hay más que
un sólo sueño, una erupción,
volcán eterno, y ya.

13.6.13

Un gorila aéreo

«Repentinamente, un estruendo sonó como si el precipicio se derrumbara sobre nuestras cabezas. Ese sonido partió y pulverizó la luminosidad, la calidez y la calma de aquel medio día, en un instante.
Cuando un jet cae hacia la tierra en picada desde una altura de diez mil metros y se acerca casi hasta el piso y luego eleva su nariz y regresa a la altura que tenía anteriormente, entonces la ola de sonido que origina sobre la tierra crea una enorme presión. Eso es lo que se llama un gorila aéreo.
La presión del terror todavía se movía convulsivamente en mi interior pues en un instante, mis límites fisiológicos habían sido rotos. Era un violento grito que no me dejaba. Sentía que mi cerebro estaba como dormido y duro en algún lugar. También sentía como si mi abdomen se hubiera salido de su lugar.»

Y nada, leí esto en Una luminosa oscuridad y lo entendí. Eres un gorila aéreo. Pero no te salves ni te apartes diez mil metros de aquí.
Que sople el viento divino* y te traiga de vuelta.




*Viento divino (Kamikaze). Se refiere a las tormentas que hundieron gran parte de la escuadra mongol cundo atacó la costa noroccidental de Japón, en los años 1274 y 1278. Gracias a aquel "viento divino" la invasión fracasó en ambas ocasiones. El mito del Kamikaze nunca fue olvidado por los japoneses. En octubre de 1944, cuando era evidente que la armada japonesa no podría impedir el desembarco americano en Filipinas, cinco pilotos japoneses realizaron el primer ataque suicida contra barcos de guerra americanos. Los pilotos suicidas se autoinmolaron con la mente puesta en el "viento divino" que había salvado a Japón

3.5.13

Fanfaras


Empezó como empieza todo, con los metales interrumpiendo el silencio de los ángeles. El aire se partió en un, dos, tres, cuatro, un dos tres cuatro, y se perdió el piso. Pronto todo se volvió un caos envuelto por la extraña armonía de brazos agitados y caderas al borde del quebranto. Los gritos surgían de aquí y de allá, todas las voces vueltas una, todos los cuerpos un mar, premonición de la tormenta.

Para el ojo distante y ajeno, aquello no tenía explicación ni razón de ser, miraban extrañados o pasaban de largo, indiferentes. Para el ojo ubicado en medio del huracán, ese día no tenía otra razón de ser sino ese instante, ese lugar preciso.

Pronto comenzó a sentirse más ligero, el peso de los días, del trabajo y de la vida misma, se diluía con esa danza heterogénea y primitiva de la que era participe. Sólo a ratos, un pensamiento invadía su cuello obligándolo a buscar algo que no hallaría entre la multitud. Los metales no cesan, el viento los lleva más allá de la muerte.

De pronto llegó una calma inexplicable, el canto de un coro de sirenas venidas del viejo mundo penetró en los huesos de él, de todos; se trataba de un canto triste surgido de las entrañas de la ciudad, era el triste orgasmo colectivo que todos esperaban pero que no creían posible, la tierra se abrió y el cielo se tornó oscuro.

Aquellos ángeles, antes acallados, prorrumpieron en llanto, un llanto dulce y puro, uno que brotaba del cielo y de cada uno de aquellos cuerpos.

Su cuello se liberó de toda presión, ya no hacía falta girar ni buscar entre las sombras. Ahí estaba ella, con toda su belleza, en medio del ruido y la calma, entre los cabellos agitados y los pies tratando de tocar el cielo. Ahí estaba, con el llanto, con él: bajo su sombra.

Devino la calma y cada quien se retiró con su soledad a cuestas. Con ese esbozo de sonrisa que la memoria reconstruirá años más tardes, con los metales interrumpiendo el silencio.

13.3.13

Dolor



Y mientras las sirenas chillan
y se abren paso,
un dolor profundo
me penetra

se posa donde antes tus labios,
trato de calmarlo
digo: calma;
pero no escucha y se cuela en mis entrañas.

En realidad no entiendo el porqué, 
cómo llegué aquí,
a dónde he de ir,

le pregunto a este dolor
y burlón responde:
calma.

Entiendo, entonces,
me ha de acompañar más allá del alba.


[Al día siguiente me habría de enterar que el chillar de las sirenas era el preludio del llanto de los familiares. A escasas tres cuadras de donde me hallaba, 17 balas jugaron a ser Dios, a ser la muerte, y lo lograron...al día de hoy el dolor permanece: preciso un gatillo.]

7.3.13

Marzo


No puedo dormir, no tengo sueño ni estoy cansado.

Veo la hora insistentemente, como para explicarle a mi cuerpo que ya es tiempo de dormir. No funciona. Debajo del reloj aparece un 07/03/2013, recuerdo que debo poner en mis ensayos la fecha como se debe y no como en la nota de la tintorería.

Ya es 7 de marzo del 2013, pues (así sí). Faltan apenas 9 días para ponerle otra rayita a la pared que contabiliza mis años vivo. 25 años de vivir, y a comenzar el 26. Está bien, creo que no lo he hecho tan mal ni tengo mucho de qué quejarme. He aprendido algunas cosillas y olvidado lo que tenía que olvidar. A veces me pasa al revés pero estoy consciente y lo remedio, trato de remediarlo.

Lo que más me intriga es el día previo a mi cumpleaños, ese quince que evita pasar de noche el "memorable día" posterior. Ya va a ser un año de aquel café no robado, del confeti hasta en los calcetines, de sorpresas mal ejecutadas y de otras más gratas, aunque insospechadas.

Más que intrigarme, me preocupa.

Cómo pasa tanto en tan poco tiempo, cómo cambia, más rápido todavía. He sido todas las V escritas, el hombro para llorar, panchero, payo/payaso, de mal corazón, el querido bonitamente, el  chillón, celoso, niña, parangaricutirimicuador, cochinilla, tosco, bruto, el que no sabe cuándo tiene hambre o cansancio, el de "pues a ver qué pasa", el de "pasó mucho y quiero ‘algo contigo’", el lazarillo, sus ojos, el clavo, el soñado, el que no tiene enfermedad terminal (pero si la tuviera...), el contagioso, sandwichero, impuntual, el hostigoso que no hostiga, el que escribe bien, el que escribe para ella, el torpe, el mentiroso, el enamorado, el que arruina días, el que causa risa, el que tropieza pero sólo ve caer, el que sostiene o levanta, el que hace enojar, el que recuerda casi todo pero olvida lo que no debería, el que se pierde, el intolerante al apio-guayaba-betabel-etc., el que toma porque le gusta verme, el que pide clases de poesía, el que recita, el que desafina cantando y tiene sueños recurrentes, el asaltado por obra de un sueño, el que dice "todo es mental" y no deja de tiritar por frío y nervios, el que no para de escribir y dice todo a medias, el que no deja de ver el reloj, sin sueño, mientras cuenta las horas para volver a verla; he sido eso y más, todo y nada...y nada.

Pues sí, a esta hora sólo atino recordar y soñar despierto. Queda pensar que he sido todo eso y que quiero seguir/volver a serlo, todo lo bueno.

Puedo decir con la mayor de las sonrisas, y a la vez con un coraje que me cala hasta los huesos (más que cuando por el frío a ella se le entumen y se queja sin remedio), que he aprendido mucho: la lección del año, por llamarlo de alguna manera.

Espero poder demostrarme, y demostrarle, que un año no fue en vano, que la rosa no se marchita, que ya no tiene espinas.

Lizette Cisneros, gracias totales, sinceras e infinitas. Hace casi un año comenzó lo que sería la más óptima experiencia, el sueño perfecto, la clase no soñada, ideal, el poema más raro y maravilloso, el sentimiento más puro, convencido de que no ha de acabar.

Gracias, espero que después de tanto/tan poco tiempo, también puedas decir que la mayoría fue muy bueno. Para mí fue optimísimo, eso no existe pero no importa, tú tampoco existías y mira: ya no me puedo saber sin ti, sin estas 51 semanas de conocerte, de recrearnos, desencontrarnos y volvernos a ver...después de ese primer sentir tus labios contigo entre mis brazos.

Quizá peco de cursi, meloso o nostálgico, seguro sí, ya me sabes, quizá mejor que cualquiera, casi tanto como yo mismo, quizá no. Creo que he pecado de otras cosas más graves, ya no lo haré, el único pecado que me interesa es el de estar bien y a tu lado, siempre. Ni sé si sea pecado, pero no importa, ya pecaremos juntos, espero, y espero que sea por mucho tiempo.

Esto empezó como una publicación en mi muro, luego como una publicación en el tuyo, amagó con volverse un mensaje y terminó sintiéndose más cómodo aquí, aunque ya no haya internet y no sé a qué hora será publicado esto. En realidad no importa, el chiste es que leas y recordarte este sentir que por ti siempre habrá de existir.

No sé qué pasará después, y en realidad no tiene mayor sentido este día o aquel, lo único que quiero, y con todas mis fuerzas deseo, es que tú estés en él, y en aquel, y al otro, y al otro. Quédate. No dejes de ser mi noche.

No hay más: Te amo Lizette.

[Iba a poner la de Fanny, pero tú tienes la mejor versión]

21.2.13

El amor es submarino*


El amor es submarino,
oscuro como el abismo,
profundo: sus lejanos ojos.

La humedad se adueña de los sentidos,
salado delirio del pacífico tus labios,
voz maldita estremeciendo lirios,
eres pez, mujer, Daleth,
realidad y fantasía por igual.

Ingenuo, te busca extraviado,
la marea es su brújula
y tu aleta el puerto de llegada;
Zaid te anhela en la penumbra,
llora, grita y rabia,
lo motiva el candor de tu mirada:
esperanza.

El amor es submarino,
un beso, sacrificio.
Es buscar sin ver delante tuyo,
atreverse y perderse en la noche oceánica
encontrarse en el recuerdo
en el unisono palpitar del sentimiento.

Así pasen diez, cien o mil años
así la búsqueda no ofrezca consuelo
ni aparezca ella mas que en sueño,
Así pase lo que pase Zaid persiste
y percibe a Daleth dentro suyo,
en lo profundo.

El amor es submarino
perfecta penumbra,
delirios, peligro.

Ahogarse en tus labios-marea, perderse en tu profundidad salina...

*Inspirado en un cuento que no me pude fusilar.

3.2.13

Y seguiré y seguirá


He dicho te quiero tantas veces:
al oido, en suspiro y francés.
Te lo he dicho a gritos
con silencio, de la mano,
temblando por el frío
por la sed que tu cuerpo
me hace padecer.

Lo he dicho tantas veces
pero callo las más,
no por economía o flojera,
es sólo que mi cara pintada
por esta enorme sonrisa
debería decírtelo todo:
mira bien, no hay tanta prisa.

Sigo hablando a la luna de ti,
de este indescifrable sentir.
Le cuento tus visiones y pesadillas,
le hablo de las mías,
esas breves eternas
fantasías,
esas en que apareces,
eterna como tus ojos,
perfecta, como a mi antojo.
Le hablo de ti sin freno,
hasta que su último brillo me toca
cambia la página nocturna
y en mi cabeza reescribo,
recreo y vuelvo a comenzar,
siempre con un Te quiero,
no vaya siendo que te dé por olvidar.

Como un supermercado...


El problema de este empeño mío no es la aparente caída en una necedad sin razón, sin pies ni cabeza. No es el clásico "estás viendo y no ves". No.

Todo esto se reduce a la común y terrible limitación del lenguaje (digo lenguaje para no decir "limitación mía", aunque supongo, y algunos lo dicen, nos pasa a todos, en algún momento). He conocido a muchas personas que me dicen cosas como: "si tan sólo él supiera lo que siento, si pudiera expresárselo con alguna palabra, con alguna frase" o "sé que puedo, lo tengo todo en la cabeza, es sólo que no sé cómo expresarlo, cómo darme a entender con esas gentes."

Y sí, ya sea que uno busqué obtener el permiso para salir de fiesta con los amigos, que quiera ese ascenso que ha ido forjando con su trabajo o que se quiera conquistar a aquella persona que quita, y a la vez otorga, el sueño: siempre parece que las palabras se quedan cortas.

Alguno podrá decir que es culpa del que no se sabe dar a entender y sí, a veces sí, cómo puede desear ocupar un puesto más "importante" en su trabajo si no puede dar a entender el porqué merece ese puesto.

Tiene sentido, "a quien no habla dios no lo oye" (y escribo dios en minúscula para que no me escuche, a esta hora hay que dejarlo descansar).

Pero bueno, a mi no interesa hablar de fiestas frustradas durante mi infancia ni de ascensos en trabajos que aún no tengo. Mi empeño va más en el sentido de "siento un dolor aquí y no sé cómo definirlo". 

Y ya. Si esperan que aterrice en algún momento estas digresiones, creo que les voy a quedar mal, ya sea por torpeza, por hacerlos enfadar o simplemente porque "no encuentro las palabras".

Mientras me reencuentro con esas palabras que me hicieron creer que puedo dedicarme a esto de la escritura y, con suerte, ser leído; mientras busco los términos, las acciones y lo que sea necesario para reencontrarme con esa fuente de vida y poesía (esa que ya tiene nombres y apellidos)...mientras tanto, sólo puedo atinar a concluir algo:

Esto se siente como un supermercado a punto de cerrar después de las compras navideñas: Hace frío, todo es un desmadre y parece que nunca acabarás de juntar y acomodar esos carritos esparcidos por todos lados. Haces lo mejor que puedes, seguramente olvidarás alguno, provecho para el vagabundo que lo encuentre, y al día siguiente habrá que empezar de nuevo.

12.1.13

Blume

Siempre quise sentarme junto a ella, tan cerca que mis ademanes amenazaran con tocar su rostro al menor descuido, mirarla de frente y comenzar a contarle una historia que atrapara su atención.

Ahí, arrinconados en algún sillón, le contaría aquella anécdota que mi bisabuelo repetía sin parar. Le diría cómo él, proveniente de Alemania, había tenido una participación activa en la guerra que se dio por terminada después de aquellas explosiones que marcaron para siempre a una isla y a generaciones enteras. 


Él formaba parte de la Schutzstaffel (SS), con humor nos contaba que jamás conoció a Adolfo (como el le decía) en persona, pero sólo debido a que no le interesaba, él estaba ahí por el proyecto de una nación, no de un hombre. Desempeñaba un papel impronunciable (es una pena que nunca me enseñara alemán), pero era algo así como supervisor de operaciones, una cuestión parecida. Mi bisabuelo siempre cambiaba algunos nombres, algunos detalles, pero la esencia de su historia, de su vida, siempre fue la misma y clara.

«Esos judios, algunos no tenían ni idea, pero los demás, sus padres, sus colegas...no sabes cuánto daño nos hicieron. Y lo siguen haciendo pero ahora ya nadie tiene los pantalones para ponerlos en su lugar, que es muy lejos de aquí, de cualquier lado. Ya ves como ahora hasta en México vienen a hacer de la suyas, pero bueno, la culpa la tenemos nosotros por permitirlo. Es una pena que ya ni aquí, donde hubieron hombres, pero hombres en serio, de tanta valía, se les pueda poner un alto....»

A partir de ese punto se soltaba a criticar todo, lo malo que antes no era tan malo, lo bueno que ahora no es bueno comparado con lo de antes que sí que era bueno. Todo se había transformado rápidamente y no para bien, decía él.

Ya después contaba cómo fue que salió de Alemania y llegó aquí. No por cobardía y mucho menos por traición. Fue más bien una de esas decisiones que los hombres de verdad, como él, deben tomar en el punto más insospechado de la vida. «son decisiones que parecen más bien triviales pero que te marcan para siempre, a la larga te das cuenta de que lo hacen», decía.

Conoció a una periodista española. «Una de esas mujeres que, sin avisar, hacen que te olvides a ratos de todo. Hasta la guerra y sus últimas derrotas de pronto parecían menos importantes que escucharla y verla sonreír». El caso es que se conocieron, ella tenía algún contacto cercano con la gente de Franco, y le dijo que no lo lograrían. Los aliados estaban trabajando secretamente en algo que pondría fin a la contienda. 

Mi bisabuelo obviamente no le creyó, su gente marchaba libremente sin que nadie lograra ponerles freno ni resistencia digna de mención. 

Ellos dos salían a comer juntos, caminaban, discutían sobre política y los últimos acontecimientos. Así estuvieron algún tiempo (mi bisabuelo nunca atinó a dar una cantidad de tiempo preciso, y en realidad no importa). 

Finalmente, ella, con la certeza de la derrota próxima, había sido mandada a llamar de vuelta a España. Le pidió a él que la acompañara. Que se fueran antes de que ya no hubiera tiempo y todo se viniera abajo. Él se negó, no podía dejar a los suyos así ni aceptar una derrota anticipada.

Una noche antes de que ella partiera definitivamente, él se dedicó a revisar papeles y repasar las acciones que tendrían lugar el día siguiente. Entre tanto papeleo se encontró con la transcripción de una marcha que él había ayudado a componer. La apartó del resto de los documentos y se fue a dormir con aquella melodía en su cabeza.

«A primera hora del día desperté con la mayor de las certezas, o necedades dirían algunos, que haya tenido en toda mi vida. Me vestí rápidamente y salí corriendo rumbo a mi automóvil y, ya dentro de él y con el motor encendido, manejé apresuradamente hasta donde ella vivía. Toque la puerta insistentemente y salió ella con una maleta, creyó que era el chofer que la llevaría de vuelta a su país...y bueno, efectivamente eso hice. Lo que no sabía era que ese chofer la llevaría y ya no la dejaría sola un instante». Así lo contaba él orgullosamente y creyendo que sus chistes tenían el mismo efecto aunque ya los hubiera contado diez veces antes.

Mientras el avión se apartaba de aquel inverosímil lugar que los vio quererse por vez primera, ella le preguntó el porqué de su cambio de parecer, por qué lo dejó todo para irse con ella. Él, con una sonrisa llena de orgullo la mira a los ojos, y le dice que hizo todo lo que pudo. Que aportó todo de sí y que instruyó a tantos para hacer su trabajo, y el de diez como él, que en realidad ya no tenía caso quedarse. Que la victoria llegaría o no, pero que él había cumplido su parte. Ella lo miró incrédula y sonrieron al mismo tiempo. Entonces él le dijo: «Auf der Heide blüht ein kleines Blümelein und das heißt : Erika»

No hace falta decir que, casualmente, mi bisabuela se llamaba Erika, y que, efectivamente, él ya no se separó de ella jamás. «Son decisiones que cuestan, hijo, pero una vez que lo tienes claro, no importa lo demás, ahí está y tienes que ir por tu objetivo, no hay más». Terminaba diciéndome al tiempo que me daba una palmada en la espalda, como indicando que la historia había terminado y que era tiempo de que me fuera a jugar o a hacer otra cosa.


Sí, siempre quise sentarme a su lado y contarle una historia así. Es una lástima que hoy no esté conmigo, que no haya conocido a mi bisabuelo y no haber tenido un pariente que me contara historias de la guerra.

Por otro lado, siempre hay historias que contar y que inventar. Lo mío será subir al avión con ella y decirle también: "En el brezal florece una pequeña flor y se llama [como tú]", mientras sonreímos.

Ya habrá sillones que compartir, no hay más...



Esta es la canción que compuso el bisabuelo.
La que, distinta, escucharás y sabrás tuya...











10.1.13

(NaCl) Siempre presente

Se encontró con un viejo borracho, de esos que lo mismo pueden inspirar la risa o el temor, de esos que, no importa cuánto hayan bebido o hablado, siempre tienen algo que decir. Y empezó como todos: pidiendo algo. El joven le negó aquello con un "no, gracias", después cayó en la cuenta de que aquellas dos palabras no tenían sentido, pero qué más daba, ya las había dicho y parecía que habían funcionado. El viejo lo miró como queriendo desentrañar algo en el rostro de aquel tipo con respuestas absurdas, y comenzó a caminar justo por donde había llegado, pero se detuvo. Giro de pronto con más agilidad de la que uno supondría para alguien en su condición y volvió hacía el joven. Lo miro de nuevo fijamente, pero esta vez lo hacía para causar tensión y expectativa. Iba a decir algo, era evidente y sus labios comenzaban a despegarse uno del otro. Finalmente enderezó su destilado cuerpo y le dijo:

—Ya no tienes qué decir, ya no sabrás hacerlo, te falta sal. Te falta sal muchacho, eres un desierto, triste y envejeciendo.

Aquello parecía tan absurdo como el "no, gracias" que le respondió él al borracho. Quizá quería desquitarse y nada más. Tal vez, lo confundió con otra persona o simplemente estaba en medio de un delirio. De cualquier forma, todo el camino de vuelta estuvo pensando en aquellas palabras, en los posibles significados. Finalmente, apelando a la sabiduría que se le atribuye a los ancianos y a la sinceridad innegable de los borrachos, comenzó a identificarse con aquellas palabras.

Una vez que se encontró de frente a su hogar, olvidó todo aquello y volvió a las actividades de siempre, cenó algo, prendió la tele, se encontró uno de esos programas absurdos que últimamente parecen abundar y la apagó. Tomó un libro pero su ánimo no estaba para cuentos policiales así que encendió su computadora dispuesto a escribir.

Avanzaba una linea y borraba dos, escribía otro poco, lo leía y terminaba por comenzar de cero. Se dio cuenta de que no llegaría a ningún sitio, como si las palabras se escondieran o las ideas fueran un vulgar revoltijo. Y se acordó del viejo.

Recordó esa sentencia implacable, esa descripción de su persona que, de pronto y en vista del transcurrir de las últimos días, le quedaba como anillo al dedo. Maldijo al anciano y se fue a dormir con la certeza de que las palabras no volverían esa noche y que la voz embriagada de aquel viejo se quedaría para ocupar el vacío.

Por fin se quedó dormido e incluso comenzó a soñar; inmóvil, en medio de las sábanas y de aquella fría noche, sus parpados comenzaron a agitarse convulsamente. Las palabras comenzaron a desfilar en su cabeza.

Nada pasa, cruza y nada
sobre la silueta perfecta
que es el mar su mirada,
surcan tantos, la descubres selecta.

Pasa nada, nubes grises en lontananza,
es ella que te preña de ideas,
sal escurriendo mejillas, avanzan,
tropiezan, se encuentran, no para.

Cuerpos próximos, mareas, encallas,
encaras dudas, disipas cabellos atrás, 
más atrás de su cuello,
y te descubres salitre,
marca en su espalda de sirena.
Aúllan fuera, sudor, calor, paciencia.

Es la costa y su espuma,
es su ausencia y su presencia difusa.
Te sabes entre sus papilas,
entre sus pupilas fluorescentes al filo de la noche
al filo de la cama y la nada, pasa.

Escribe pinta, rasga canta,
la quieres paciencia.
Su risa despierta ciudades
colonias, revoluciones, verdades.

Sazona al mundo y te hace flotar
en su oleaje contundente,
con tridente de reina,
de suerte bella,
de nada
y pasa.

Estírate, 
inhala, 
sostén, 
exhala.

Estírate hasta cubrirla toda
y volverte ella, espuma de la orilla
que el todo y la nada precipita.

Inhala fuerte y alucina 
con su perfume de oriente,
rosa náutica es, tu norte
tu puerto de partida y llegada

Sostén y no te sueltes,
gánate el ancla profunda y firme,
deshazte de lo prescindible:
adiós piratas, tempestad, sostén.

Exhala y ya,
despierta,
a por ella,
a la sal
de vida
da mar
sueño
realidad.


La sal, esa que le dieron a probar. La de la vida, la de la poesía que aún busca aprehender y no perder.