17.3.14

Marzo de 2014

Quince y once, treinta menos cuatro, trece y trece: mala suerte, no se puede hacer una combinación de traje y corbata con mi nueva edad. Lo bueno es que sólo debo cargar con ella 365 días. 
Nunca falta alguien que te pregunte qué se siente tener X edad, ser un año más viejo, estar más cerca de los 30, de la muerte (insensibles); o más lejos de la infancia, de los 15, de poder decir "cuando sea grande...", de que te digan chavo. Lo cierto es que a pesar de que me han preguntado esto tantas veces sigo sin tener una respuesta divertida, original, ocurrente, eficaz, qué sé yo. Siempre digo "nada", y nada más.

Estoy buscando respuestas y sólo surgen más preguntas. De entrada apelo al vox populi, a que cada nuevo año sirve para renovarse, para dejar lo que haya que dejar y continuar con aquello que lo amerite. Bonito pretexto para retomar esta bitácora, este blog de ideas sueltas. Quizá sólo debo atender esa canción que con mucha sabiduría dice "...que sembrará flores, que saliera al campo a buscar amores", parece una buena idea: crear y tener con quien compartir, trabajar y entregarse, cantar.

A ratos me parece curioso (por no decir torpe) esta fe ciega que tenemos acerca de que cada 365 días (o 66, bendita lentitud terrestre) se repite, de alguna manera, el momento preciso en que el doctor, por lo que he aprendido en la televisión, le dice a nuestras madres "fue niño(a)". En este caso, el mío, han pasado muchas cosas desde esa nalgada número 25 y la de ayer. Pero también, al mismo tiempo, ha pasado muy poco. No me baño en el mismo río pero el agua me recorre de la misma manera.

Tal vez deba sentir algo especial y único por estas 26 primaveras que siempre llegan 5 días después. La verdad es que el segundero del reloj me sigue molestando y agradando de la misma manera, siempre depende del momento y la situación; el espejo refleja de manera implacable por imperceptible, para mí, el paso de los años, nunca me entero sino hasta que alguien me lo hace notar; la crisis se da siempre (grande o chiquita), no hasta los 40 o los 50, la incertidumbre de hacer bien y lo suficiente, de qué se hará después, de que sucederá, de qué es la vida a fin de cuentas está ahí siempre; las dudas, los temores, la confianza, las sonrisas, los motivos para reír y llorar, para cantar y reflexionar se hacen presentes cada año, cada día, para ser precisos

A fin de cuentas quizá mi respuesta no sea tan errada, ¿qué siento, qué pienso, qué pasa? Nada, nada es lo que pasa porque siempre pasa todo. O mejor dicho, y citando el título que lleva un libro de Juan Bañuelos: "Vivo, eso sucede".

Saludos y espero que nos estemos leyendo de manera más o menos frecuente. Y nada, a insistir sin claudicar, a reinventarse, a soñar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario