Me prometí, ya sé lo fatua que
puede ser semejante cosa, no dormir sino hasta el momento en que tu presencia
se volviera una inminencia. Matar el tiempo a suspiros, subirme al cuadrilátero
y combatir al Olimpo entero si se volvía necesario. Espantar a esas hadas de
dos sexos y cien cabezas que lo acechan a uno que no es uno, pero que a veces
quisiera ser. Me dije, porque así como soy puedo, a veces, a hablar conmigo de
forma amable, que habría que hacerlo y llevarlo a cabo de la mejor manera
posible. Por eso estoy aquí escribiéndote sin que lo sepas todavía, recorriendo
perdido los rincones que no conozco pero que intuyo. Un monitor a un lado, una
pantalla al otro y un infinito que se extiende en medio, tratando de contenerte
sin lograrlo, como yo hago aquí, o trato de hacerlo, manteniéndome despierto.
Desvío la
mirada, no me gustan las jaulas ni te pretendo en una, mis parpados te liberan
y ceden a tu albedrío, yo recorro nubes distantes y paisajes abisales. Nubes
con forma de nubes y cielos con un tono cielo perfecto, todo tiene su color, su
voz y su aroma exacto. Todo es como sabe, y debe, serlo, no pretende ser más,
basta y sobra. Sigo recorriéndolo todo, lejos de este trozo de papel compuesto
de unos y ceros. Lo cubro, lo recorro y lo imagino todo. En todo eso tan ajeno,
tan lejano, tan extraño; en todo eso estás tú. Tus alas que descansan colgadas
de cualquier sitio, esperando al próximo insecto, el futuro alimento; tus soles
que no son soles pero sí dos ojos, del bajío dices, dices y corriges pero no
importa, ya eres del bajío, de una tierra lejana que tampoco conozco pero
intuyo, como el trayecto de esas nubes que casi se pueden tocar. Tu voz no es
terciopelo ni es un cuarteto de cuerdas entonando la mejor de las melodías. Tu
voz no áspera, no angelical, no inspiradora, tu voz no es un grito inacabable.
Tu voz es 27 letras, algunas comas y pausas, un acento no del norte, algunas
dudas y trastabilleos. Es un tono, no sé cuál, una cadencia que no se puede
comparar, es el lenguaje preciso para llamarme o para no decir nada, siempre de
forma óptima y en el momento adecuado. Y lo sigo recorriendo todo…
Con cada letra
trato de evocarte, de mantenerte próxima, real, oportuna, como si fueran
trazos, y yo supiera dibujar, te invito a perdurar, en cada A y en cada coma,
en cada signo de puntuación mal utilizado pero siempre con el anhelo de poder
ser bien interpretado. Trato de recrearte, no sé bien por qué. Es repentino, no hace
falta saberlo, provoco dolores de cabeza, debería dormir, no sé, existen mil razones
por las que quizás no debería estar aquí, y otros cien pretextos con cualquier otra
actividad en la que me podría emplear. Sí, no sabría dar razón de esto, pero
tampoco creo que haga falta, lo hago por el puro antojo, y sí, es un comercial,
por las puras ganas de escribirte y repensarte, lo hago porque sí y creo que
esa es la mejor razón que puedo dar, la única que en verdad cruza por mi mente:
quiero y puedo. La promesa era el pretexto, como si hiciera falta esperar algo
para sentirte a mi lado. Hoy, digas lo que digas, Morfeo perdió la partida…iré a
buscarlo para jactarme, antes de que se haga más tarde.
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