Los que hemos creído porque no había opción,
mientras la muerte complacida miraba,
y dormimos cada noche abrazando el miedo
pues sabemos que nos faltan las palabras.
No hay litoral que reciba este sueño
ni sonrisa que cambie esta mirada
y mientras se repiten las canciones
una sirena acaba con la calma.
Los que hemos pensado que es olvido el deseo
y que de esta noche surgirá el nuevo beso
aunque el tiempo se empecine, lento,
en destruir todo lo que pensamos nuestro.
No hay redención ni alivio,
sólo humo y sólo viento, mientras los labios se parten
en tres y diez y seis:
el jodido miedo de empezar otra vez.
Los que miramos marchitar la flor,
mientras poco a poco pierde perfume y color,
sin saber si agradecer o maldecir
las estatuas blancas y los basureros de serenata.
Porque llegamos a donde no queda nada,
sino el sueño, la memoria y una que otra carcajada.
Hemos llegado al fin, de un ciclo o del porvenir,
nadie dice si persistir, o si es una muerte sin fin.
Yo sólo digo, yo sólo quiero, yo sólo pienso:
hay que salir de aquí.
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