11.7.21

"Autotomía", de Wislawa Szymborska

 Ante el peligro, la holoturia se divide en dos:
con una parte se entrega para ser devorada por el mundo,
con la otra huye.

Se divide violentamente en pérdida y salvación,
en multa y premio, en lo que fue y lo que será.

En el centro del cuerpo de la holoturia se abre un precipicio
de dos orillas repentinamente ajenas entre sí.

En una orilla la muerte; en la otra, la vida.
Aquí la desesperación, allá la esperanza..

Si existe la balanza, los platillos no se mueven.
Si existe la justicia, hela aquí.

Morir lo necesario, sin exagerar.
Crecer lo necesario, de lo que se ha salvado.

Sabemos dividirnos, es verdad, también nosotros.
Pero sólo en cuerpo y susurro interrumpido.
En cuerpo y poesía.

A un lado la garganta, la risa al otro,
ligera, callándose rápido.
Aquí el corazón pesado, allá non omnis moriar,
tres pequeñas palabras como tres plumas al vuelo.

El precipicio no nos corta en dos.
El precipicio nos rodea.


A Halina Poswiatowska, in memoriam

Traducción de Abel A. Murcia

1.11.20

Las aventuras de la muerte

 A principios de la pandemia andaba en un taller de literatura electrónica y este fue uno de los resultados. Está muy básico, para leer basta dar clic en "o mejor dicho..." para leer otra aventura, que más que ventura es su día a día, su segundo a segundo.

En fin, saludos a todos.

15.8.20

El loco amor viene, entre el abismo y el santuario. Ibargüengoitia en la casa

[Hace exactamente un año, tres meses y ocho días escribí una reseña, chiquita, sobre una obra de teatro que vi poco antes. Se las comparto por aquí porque no lo había hecho.]

Un héroe, un gigante y una mujer, poco más hace falta para crear una historia memorable. Jorge Ibargüengoitia sabía esto y lo demostró en su obra de teatro El loco amor viene. Como siempre, las obras dramáticas muestran su verdadera importancia y trascendencia cuando son representadas y en esta ocasión fue Skénika, escuela de formación actoral, la encargada de traerla al escenario. Y qué mejor locación que una antigua casona en la ciudad de Celaya, Guanajuato, estado de donde el autor era originario.

La trama en apariencia es simple, un héroe se encuentra con una mujer de la que se enamora locamente, el sentimiento parece ser correspondido, pero hay un problema (siempre lo hay), esta mujer es el botín de un gigante desde hace tiempo. ¿Qué hacer entonces?, ¿preservar la integridad física a costa del sentimiento o entregarse al amor aunque cueste la vida? Para el héroe de Ibargüengoitia no hay duda, hay que morir por este amor loco.

El encargado de presentar esta puesta en escena es el director Héctor Ortega, quien, valiéndose de los espacios peculiares que una antigua casona le ofrece, adapta de gran manera la obra del autor de Maten al león. El espectador, sentado casi en el mismo lugar en el que transcurre la acción, se siente parte de la obra, lo puede ver y sentir todo, incluso detalles no pensados por Ibargüengoitia, como la habitación evocada por la mujer durante sus conversaciones con el héroe, o el estruendo de la batalla, todo esto da un carácter de cercanía al espectador, facilitando la apropiación de cada idea y sentimiento plasmado, nos vuelve testigos privilegiados.

Como decía, la historia de esta obra es simple, el triángulo amoroso es claro, tenemos a un gigante que ha poseído a la mujer desde que la tomó para sí como botín, tenemos a Juan como el héroe y a María como la mujer que cierra este triángulo, ellos se profesan un amor mutuo e intenso, a pesar del poco tiempo que comparten, se trata un sentimiento  tan ardiente que sólo tiene dos opciones: ser eterno o durar apenas. ¿Cómo es posible que de esta historia tan sencilla se obtengan a cambio tantas sensaciones, risas y motivos para la reflexión? Ahí está el genio del autor y la capacidad actoral del reparto —y, claro, de todo el equipo detrás del escenario—.

La interpretación de los actores es, en gran medida, la explicación para lo anterior. Cabe señalar que la puesta en escena parece pensada para que María acapare todos los reflectores y, a pesar de la inexperiencia de su actriz, esto se logra. En otras palabras, no hay mucho más decir de Juan el héroe o de Pedro el gigante, cada uno cumple con su cometido de manera precisa y en algunas escenas concentran toda la atención. Sin embargo, dadas las modificaciones del director, y la energía de María, es en ella en quien recae el mayor peso dramático de la obra.

Lo anterior debe ser considerado tanto de manera favorable como un inconveniente. La actriz que encarna a María, Olivia Abonce, es una actriz nobel que está por culminar su formación actoral. Esto quizá pasaría desapercibido salvo por la acotación que se hizo una vez concluida la obra. Por otro lado, es de suponerse. La joven actriz cuenta con una presencia innegable dentro del escenario, tiene fuerza y melodía en su voz, sus movimientos dentro del escenario dan a entender que, aunque se trate del botín de un gigante, es dueña de sí y del espacio en que se desenvuelve. En resumen, todo es luz en ella, aunque su inexperiencia se hace notar cuando abusa de esa presencia y de esa voz. Alguna vez dijeron que menos es más y, quizá, es un consejo que le sería de utilidad. Alguien es dueño de la situación sin necesidad de alzar la voz más de lo necesario, sin buscar serlo (Beatriz Pinzón dice que la cabecera es donde ella se siente, no el lugar de la mesa); los diálogos y los gestos suelen bastar para poner a cada quien en su sitio, y esto es algo que aún debe lograr con mayor claridad Olivia Abonce, aunque claro, esto se lo dará la práctica.

Salvo este ocasional ímpetu por figurar, la actuación que da vida a María, la mujer que llenará el abismo de flores, es impecable y, sin duda, en un futuro muy próximo será una gigante, como lo dice Ibargüengoitia en la obra, por su constitución y no por sus dimensiones.

En resumen, esta puesta de Skénika es un excelente homenaje al autor guanajuatense, más allá de que el final llega a volverse lento en su búsqueda de ser más lúgubre. Aún quedan funciones y sería una lástima que los gustosos del buen teatro, del arte en general, se lo perdieran. No duden en asistir, “una excelente y respetable mujer”, así como un héroe y un gigante los esperan. Todo está puesto en Celaya, sólo falta el espectador curioso que dé sentido a esta puesta en escena que orquestó Héctor Ortega.


[Listo, si alguien quiere leer la obra, la puede encontrar acá.]

3.6.20

Sobre un sueño

Cuando era niño tenía una pesadilla recurrente. En realidad, cuando era niño tenía muchos sueños recurrentes, algunos eran pesadillas y otros no. Uno de los peores, el que trajo mi voz a las palabras ahora, ni siquiera tenía sentido. Se trataba de un objeto esférico que que rebotaba de una pared a otra en un espacio más bien irregular, tac, tac, tac... sólo rebotaba y seguía su camino recto, como si fuera Pong o el protector de pantalla de un reproductor de DVD. Tac, tac, tac, sin fin.
De pronto mi cabeza o algo mío descifraba el patrón de los rebotes, tenía un ritmo inamovible, sin variación. Tac, tac, tac, perpetuo. La única alternativa era que se volviera más rápido. Tactactac, y me desesperaba, me desesperaba hasta la desesperación escuchar lo mismo, saber lo que seguía y no poderlo cambiar. Irremediablemente me despertaba llorando. A veces mis hermanos se daban cuenta y a veces no, dormir en literas es un volado siempre. Pero entonces, incluso despierto el ritmo seguía en mi cabeza (¿o venía de fuera, de algún rincón de la casa quizá?), tac, tac,tac...

No sé cuántos años tenía la primera vez que soñé con ese golpeteo frustrante pero sí recuerdo que todavía en la prepa se me aparecía y causaba el mismo efecto. A veces ni siquiera era necesario estar dormido: Ahí estoy, lavando los trastes que me tocan en la noche, después de llegar de la escuela, y de pronto el chorro de agua sobre la cacerola, tac, tac, tac, mis manos tallando los cubiertos o poniendo a escurrir los platos complementan los compases, tac, tac, tac. Sólo se me ocurre apurarme, si acabo de lavar se terminará ese ruido desquiciante, antes de que comience a llorar de nuevo. Rápido Tac tac tac más rápido tac tac tac...

Al final se calló, no supe cuándo ni por qué, pero no lo extraño. En ocasiones me pregunto si ahora sería capaz de tolerarlo, de encontrarle algún significado o descubrir su verdadera forma. Quién sabe, lo que podía ser una escena de Dancer in the Dark acabó como un maldito trauma de la niñez. Los sueños son raros y siempre superan cualquier descripción que hagamos de ellos, me leo y lo compruebo, ni modo. Encontrar la palabra exacta es otro sueño, pero ya habrá tiempo para él.

*
Y bueno recordé todo esto por la historia de Lewis, uno de los personajes de What Remains of Edith Finch, videojuego publicado en 2017. En el juego Edith Finch recorre la casa de su infancia y en cada habitación se descubre qué fue de su árbol familiar (marchito salvo por ella). Lewis era su hermano y en el juego nos enteramos de su fin gracias a una carta de su psiquiatra.

Uno asume el control dual de Lewis, con una mano controlas su cuerpo en la pescadería (siempre el mismo patrón) y con la otra te enteras de lo que pasa por su mente, hasta que poco a poco una parte se adueña de la otra y... les dejo el video de mí jugando con este otro ritmo inagotable (y necesario para avanzar, en el juego).

01:08 h del día tres de la nueva normalidad,
antiguo Distrito Federal, 2020

23.4.20

Jaque

Como parte de la Fiesta por el día del libro, y en colaboración con el proyecto de Gorrión editorial, me propuse hacer algo para compartirles en estos días de encierro y lejanía.

Lo que se me ocurrió fue este juego, adaptación quizá (deficiente seguramente), de un bonito poema que Bere me recordó en un contexto que ahora no atino salvar del olvido.

De cualquier manera, aquí se los dejo, tomen en cuenta que es mi primer intento de hacer algo "jugable", ya después saldrán mejores cosas, quizá. Y nada, sigamos leyendo, imaginando, compartiendo y tratando de que este aislamiento no nos separe tanto.




Instrucciones: Basta dar click en el recuadro y usar las flechas de tu teclado (ah, sí, necesitan un teclado) para mover a la personaje (empieza arriba a la izquierda).

Les pongo acá el link del sitio donde se aloja el juego, por si aquí no jala, aunque debe funcionar sin problema en cualquier compu.

Gorrión Editorial

30.3.20

Sobre el dragón

Aunque los especialistas en el tema aseguran que tener un dragón como mascota no es la mejor de las ideas, el debate al respecto ha perdurado a través de los siglos, al menos desde que éstos tuvieron quien los contara —los casos Cómo entrenar a tu dragón y Rick & Morty (4x4) son un par de los ejemplos más actuales en la literatura sobre el tema—.

Desde aquellos días primeros en que el ser humano se hizo tal, los dragones han acompañado a cada una de las civilizaciones. Dicen que etimológicamente, la palabra dragón significa serpiente y que estas bestias voladoras no son sino la hipérbole de estos reptiles rastreros. Aunque, claro, la influencia de otros reptiles como los cocodrilos también es innegable; son parientes, pues.

Por otro lado, como casi todo en esta vida, en Oriente y en Occidente se tienen concepciones distintas de lo que es un dragón. Mientras que para los orientales el dragón suele significar un ser sabio, protector y benévolo, para los occidentales es más el enemigo a vencer, el monstruo que el héroe ha de derrotar en su trayecto. Entonces, por un lado el dragón tira paro e invita a la comunión del hombre con la naturaleza, mientras que por el otro, es un símbolo de las dificultades a las que el hombre tiene que enfrentarse para cumplir su destino. Shenlong (conocido porque aparece en Dragon Ball) y Leviatan ejemplifican estos dos extremos, aunque, claro, siempre hay sus excepciones de cada lado del mundo.
Pintar dragones - Pintura y Artistas
Olvidaba otra diferencia entre ambos tipos de dragones, los occidentales suelen ser el clásico reptil alado y escamoso que a veces escupe fuego, mientras que los dragones orientales suelen tener características de otros animales (patas de gallo y melena, por ejemplo). De manera similar a la oriental, entre nuestras culturas originarias, los dragones suelen tener características de otros animales, Quetzalcoatl tiene plumas y Caicai-Vilu (dragón mapuche) es mitad pez.

En fin, las historias, anécdotas y datos curiosos sobre dragones no tienen fin y además, he de confesarlo, estoy lejos de ser un experto en el tema (lejísimos en realidad, casi casi tuve que investigar cómo se escribía dragón). De cualquier manera, con esto de los encierros, los delfines en Venecia, las abejas en el cielo y las tortugas milenarias en la línea café del metro, tuve la satisfacción infinita de presenciar uno de estos milagros  que sólo una pandemia puede proporcionar; es cierto, estos milagros no le restan seriedad a la situación en que nos encontramos, pero quizá les sirva de inspiración: quédense en sus hogares (casa es muy frío) y cuenten de qué aparición son testigos. Acá la mía:
Como puede verse, dadas sus características físicas es un dragón occidental, aunque parece haberse concebido con técnicas orientales. Esta peculiaridad aparece una vez cada doscientos años.
Aunque en apariencia amable, preferimos que Ártax mantuviera una sana distancia con el dragón (y una protectora distancia con nosotros, por si las moscas).

Gracias a imágenes satelitales, fue posible calcular el tamaño de la bestia alada, la escala es 1 pulgada de la mega regla = 100 metros del espécimen.