3.6.20

Sobre un sueño

Cuando era niño tenía una pesadilla recurrente. En realidad, cuando era niño tenía muchos sueños recurrentes, algunos eran pesadillas y otros no. Uno de los peores, el que trajo mi voz a las palabras ahora, ni siquiera tenía sentido. Se trataba de un objeto esférico que que rebotaba de una pared a otra en un espacio más bien irregular, tac, tac, tac... sólo rebotaba y seguía su camino recto, como si fuera Pong o el protector de pantalla de un reproductor de DVD. Tac, tac, tac, sin fin.
De pronto mi cabeza o algo mío descifraba el patrón de los rebotes, tenía un ritmo inamovible, sin variación. Tac, tac, tac, perpetuo. La única alternativa era que se volviera más rápido. Tactactac, y me desesperaba, me desesperaba hasta la desesperación escuchar lo mismo, saber lo que seguía y no poderlo cambiar. Irremediablemente me despertaba llorando. A veces mis hermanos se daban cuenta y a veces no, dormir en literas es un volado siempre. Pero entonces, incluso despierto el ritmo seguía en mi cabeza (¿o venía de fuera, de algún rincón de la casa quizá?), tac, tac,tac...

No sé cuántos años tenía la primera vez que soñé con ese golpeteo frustrante pero sí recuerdo que todavía en la prepa se me aparecía y causaba el mismo efecto. A veces ni siquiera era necesario estar dormido: Ahí estoy, lavando los trastes que me tocan en la noche, después de llegar de la escuela, y de pronto el chorro de agua sobre la cacerola, tac, tac, tac, mis manos tallando los cubiertos o poniendo a escurrir los platos complementan los compases, tac, tac, tac. Sólo se me ocurre apurarme, si acabo de lavar se terminará ese ruido desquiciante, antes de que comience a llorar de nuevo. Rápido Tac tac tac más rápido tac tac tac...

Al final se calló, no supe cuándo ni por qué, pero no lo extraño. En ocasiones me pregunto si ahora sería capaz de tolerarlo, de encontrarle algún significado o descubrir su verdadera forma. Quién sabe, lo que podía ser una escena de Dancer in the Dark acabó como un maldito trauma de la niñez. Los sueños son raros y siempre superan cualquier descripción que hagamos de ellos, me leo y lo compruebo, ni modo. Encontrar la palabra exacta es otro sueño, pero ya habrá tiempo para él.

*
Y bueno recordé todo esto por la historia de Lewis, uno de los personajes de What Remains of Edith Finch, videojuego publicado en 2017. En el juego Edith Finch recorre la casa de su infancia y en cada habitación se descubre qué fue de su árbol familiar (marchito salvo por ella). Lewis era su hermano y en el juego nos enteramos de su fin gracias a una carta de su psiquiatra.

Uno asume el control dual de Lewis, con una mano controlas su cuerpo en la pescadería (siempre el mismo patrón) y con la otra te enteras de lo que pasa por su mente, hasta que poco a poco una parte se adueña de la otra y... les dejo el video de mí jugando con este otro ritmo inagotable (y necesario para avanzar, en el juego).

01:08 h del día tres de la nueva normalidad,
antiguo Distrito Federal, 2020