3.2.13
Como un supermercado...
El problema de este empeño mío no es la aparente caída en una necedad sin razón, sin pies ni cabeza. No es el clásico "estás viendo y no ves". No.
Todo esto se reduce a la común y terrible limitación del lenguaje (digo lenguaje para no decir "limitación mía", aunque supongo, y algunos lo dicen, nos pasa a todos, en algún momento). He conocido a muchas personas que me dicen cosas como: "si tan sólo él supiera lo que siento, si pudiera expresárselo con alguna palabra, con alguna frase" o "sé que puedo, lo tengo todo en la cabeza, es sólo que no sé cómo expresarlo, cómo darme a entender con esas gentes."
Y sí, ya sea que uno busqué obtener el permiso para salir de fiesta con los amigos, que quiera ese ascenso que ha ido forjando con su trabajo o que se quiera conquistar a aquella persona que quita, y a la vez otorga, el sueño: siempre parece que las palabras se quedan cortas.
Alguno podrá decir que es culpa del que no se sabe dar a entender y sí, a veces sí, cómo puede desear ocupar un puesto más "importante" en su trabajo si no puede dar a entender el porqué merece ese puesto.
Tiene sentido, "a quien no habla dios no lo oye" (y escribo dios en minúscula para que no me escuche, a esta hora hay que dejarlo descansar).
Pero bueno, a mi no interesa hablar de fiestas frustradas durante mi infancia ni de ascensos en trabajos que aún no tengo. Mi empeño va más en el sentido de "siento un dolor aquí y no sé cómo definirlo".
Y ya. Si esperan que aterrice en algún momento estas digresiones, creo que les voy a quedar mal, ya sea por torpeza, por hacerlos enfadar o simplemente porque "no encuentro las palabras".
Mientras me reencuentro con esas palabras que me hicieron creer que puedo dedicarme a esto de la escritura y, con suerte, ser leído; mientras busco los términos, las acciones y lo que sea necesario para reencontrarme con esa fuente de vida y poesía (esa que ya tiene nombres y apellidos)...mientras tanto, sólo puedo atinar a concluir algo:
Esto se siente como un supermercado a punto de cerrar después de las compras navideñas: Hace frío, todo es un desmadre y parece que nunca acabarás de juntar y acomodar esos carritos esparcidos por todos lados. Haces lo mejor que puedes, seguramente olvidarás alguno, provecho para el vagabundo que lo encuentre, y al día siguiente habrá que empezar de nuevo.
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