17.11.12

INRI (noir)


“Dios mío, qué solos se quedan los muertos”
-Gustavo Adolfo Béquer


Mares desembocan en tu fas,
desbordas la negra presa
para liberarte,
como si la muerte que traerá
tu interior desierto
te salvara de perecer,
de lamentos.

Haces agua,
te haces menos,
más y más pequeño
más y menos y nada,
por todo.

Te ahoga el ayer
te arrastra el presente
hondo
feroz.

Mañana…
No hay mañana,
se desvanece el horizonte,
sólo agua, espuma,
pesadas nubes,
y lejos, dentro tuyo,
gaviotas entonan un dulce lamento,
abres los labios:
Estruendo
entrecortando
cuervos.

Te hincas te levantas
bajas la mirada
suenan campanadas
dices dónde, dices dolor.

Tu lamento lento
incesante,
tan privado, tan profundo,
penetra y viola el mundo
causa nudos, ayunos,
se vuelve todos.
El parto improvisado
El capricho no concedido
El hijo perdido
El amor marchito
El frío en los huesos
El pobre futuro en vientre;
se vuelve hambre
y sed y sexo y rabia.
Se vuelve paria
la nación derrotada
el país sin pies ni cara.
Se torna la nana del niño,
esa melodía que te dormía,
Que sonaba al recibir la funesta noticia.

Aleluya,
Getsemaní, María bonita
Beatriz, la despedida
Malinche, Lupita, Isabel
José, Cuauhtémoc, Ezequiel,
Judea, Partenón, La Merced,
Chiapas, Berlín, Iraq,
Primera y segunda
Diez años
Cien años
Yihad.

Todos los ríos se vuelven uno.

Desembocan en ti
Culhuacán,
junto a los amates,
donde la sal no sala
donde el dolor más cala.

Te levantas una vez más
dolor en la mirada,
temblor leporino,
baba.
Alzas la cabeza y lo ves
te reconoces negro,
desnudo,
solo,
miras tus muñecas
abrazan al mundo
absurdo.

El metal frío quema tu sangre
te aprisiona a la tierra
te condena a la vida


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“Y qué podía hacer, qué podía hacer, si moría sin poder ponerme yo a llorar también”
Final: otro comienzo.

[parcialmente publicado en: Extrañonario]

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